Como la semana que viene quedo con algunos amigos y compañeros de mi anterior empleo, voy a contarte una historia que tiene que ver con ellos.


Creo que lo sabes:

Antes de hacer lo que hago ahora, era director comercial en una empresa de software.

Y, si te digo la verdad, con ellos me iba bastante bien.


Empecé allí sin tener ni idea de nada…

…los 11 años anteriores a que me ficharan en ese SaaS los había pasado arrastrándome por el suelo con un fusil en las manos, como soldado de la gloriosa Infantería de Marina española.

(Eso de servir en IM está muy guapo para sacarte fotos y vacilar con ellas en Instagram; pero reconozco que como “ventaja competitiva” para conseguir un empleo como civil no se valora demasiado)


Pero la verdad es que, en aquella empresa, en aquel puesto, lo hice bastante bien.

Está feo que yo lo diga, pero voy a hacerlo poque es importante para el punto al que quiero llegar:

En aquella empresa, llegó un momento en el que me consideraba el p*** Cristiano Ronaldo.


(No tengo ni idea de fútbol, quien sea más de Messi que me disculpe)


En resumen:

Allí tenía una posición cómoda, que me permitía ponerme un titular chulo en la bio de Linkedin, que me daba libertad para viajar mucho y conocer a mucha gente, y por la que algunos me hacían constantemente comentarios que disparaban mi ego como “David es la cara de NombreEmpresa”.


Y todo esto, todo lo bueno que pasó por aquella época, pasó, al menos para mí, prácticamente en automático.

Sí, me esforcé mucho y eché muchas horas, y todo eso.

Pero ahora que tengo el conocimiento de lo que ocurre al emprender, me doy cuenta de que cuando era asalariado, por muy directivo que fuera, lo único que tenía que hacer es 1) ir a trabajar y 2) intentar hacer lo mejor posible mi trabajo.

Fin.


Qué fácil era aquello y qué crack me creía yo que era…


Claro, cuando te piensas que eres el nuevo CR7 del mundo corporativo, y vas por ahí dándotelas de guaperas irremplazable en traje, empiezas a cometer errores.

El mío, mi error fatal, fue creer que cuando emprendiera podría seguir triunfando simplemente por mi talento.

Pensaba que, como era un máquina (o eso pensaba yo, habría que preguntarle a otros) como el eslabón de una cadena, eso de emprender “sí, será difícil, pero seguramente lo tengo más fácil que otros que lo intentan”.


Como te imaginarás, poco después de emprender, me di cuenta de que esto no es lo mismo que aquello.

Y no demasiado tiempo después de esa revelación me di la hostia de mi vida.

(Hostia, en este contexto = perder todos los ahorros de 16 años de trabajo tratando de mantenerme y crear algo rentable, principalmente por haberme mantenido en la errónea convicción de que yo, por mí mismo y sin ayuda, daría con “la clave” antes de que me quedara sin dinero)


Aquí tienes mi gran aprendizaje sobre este tema:

El talento que te trajo aquí, no te sacará de aquí para llevarte allá.


Es decir,

Lo que te ha hecho sobrevivir hasta ahora, no necesariamente te llevará al siguiente nivel que estás buscando.


En mi caso, lo que me salvó fue soltar mi orgullo de “vengo de hacer X trabajo dificilísimo y yo puedo con esto”, y aprender de otros que ya habían pasado por dónde estaba yo en ese momento y sabían cuáles eran las piezas del puzzle que aún me faltaban.


Para salir de aquello, resultó que lo que necesitaba modificar fue:

- La manera en la que estaba marcando mis propios objetivos (los míos y los de mi negocio), porque los cambiaba constantemente, no sabía hacia dónde me llevaban y eso me congelaba

- La forma en la que avanzaba hacia esos (erróneos) objetivos, porque saltaba de metodología a metodología (o de app en app) de productividad cada mes y medio y no avanzaba nada

- Aprender a mantener la motivación alta, incluso en momentos de incertidumbre extrema, para dejar de tener crisis existenciales cada 15 días y poder disfrutar y ganar dinero de lo que creaba


Fue un trabajo de meses, aprendiendo de mucha gente e invirtiendo todo el dinero que lograba conseguir tratando de crear un sistema que me ayudara a mantenerme centrado en algo para poder aprovechar mi energía natural y mi talento.

Estaba harto de sentir que podía estar dando mucho más de mí, pero no sabía cómo desbloquearme.


Con el tiempo, procedimenté ese esquema que me había creado para poder rendir más como emprendedor y comencé a ofrecérselo a otros, a los que también les sirvió.

El nombre que le puse a esto es “Masteryweeks”.

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