Después de unas cuantas semanas pensando qué deporte retomar, ya hay ganador:

Vuelvo al gimnasio.

Boom.

Para ti puede que no sea algo demasiado relevante.

Pero sé que a este correo le van a llover respuestas, porque la gente de mi entorno, que me quiere de verdad, sabe lo importante que es para mí está decisión.

Qué duro es dejarte arrastrar por tu negocio, y que cuando te quieres dar cuenta estás más flaco/gordo que nunca.

(En mi caso, flaco)


Así que se acabó.

A partir del jueves que viene, toca mover hierros de nuevo.

Iré de 17:30 en adelante.

A un gimnasio cerca de casa pequeñito, de esos que siguen sobreviviendo a las franquicias, y que, por suerte para mí, a esa hora hay poca gente porque es la hora punta en un gimnasio 19.99€/mes que está a dos minutos.

Yo no quiero ir a ver pibas en mallas haciendo el ridículo delante de su móvil grabando desde un trípode.

Sino ponerme grande.

Fuerte.

Masivo.

Ahora mismo echo de menos a mis colegas de Infantería.

Hace unos cuantos años, entrenábamos unos 3-4 de nosotros, prácticamente cada día, justo después de romper filas y comer algo en el cuartel.

Eso sí era motivación.

Y risas, muchas risas.

Ahora que me he puesto el uniforme de "solopreneur", y que muchos de mis colegas titanes están en la península como guardias civiles o suboficiales, tendré que ir solo.

Lo haré por ellos.

Pensando en esto ahora, en ir a mover mancuernas con mis nuevos y potenciales camaradas del culturismo amateur, me acordé de algo que pasó cuando fui a ver el gimnasio.

El monitor.

No la tele, el monitor-entrenador del gimnasio.

Llegué, me quedé parado en el torno, sin poder entrar claro, y me preguntó desde lejos qué quería.

Le dije que apuntarme.

M acercó a la típica barra llena de papeles y folletos que hace de recepción, y su explicación de como funciona aquello fue algo así:

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"Hay tres cuotas

40€/mes si pagas mes a mes

XXX€ por tres meses, XXX€ por seis, y 5€ por la pulsera (o tarjeta, no me acuerdo), que solo pagas una vez y ya está.

Si te quieres desapuntar, no tienes ni que venir, porque el pago de hace aquí con datáfono, así que con no venir, listo."

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Y se me quedó mirando esperando feedback.

Le di un par de segundos, a ver si decía algo más.

Lo dijo:

“Date una vuelta y échale un ojo, si quieres”


Tenía pinta de que estaba incómodo, totalmente fuera de su hábitat, por estar haciendo eso tan feo e indigno a lo que llamamos vender.

Dí la vuelta por cumplir, porque me daba igual como fuera.

Solo quería ver el ambiente, y cómo de petado estaba a la hora a la que yo iré, y en ese punto ya había descubierto ambas cosas.

Un minuto más tarde, como mucho, volví al mostrador.

“La semana que viene, me apunto”


“Venga, hermano”


Y me chocó la mano como si hubiéramos sido colegas de toda la vida.

Me gustó porque sentí cómo se relajaba, cómo se le desinflaba el pecho cuando se vio fuera de ese momento "captación de nuevo cliente".

Desde la primera palabra que me dijo, supe que no era el dueño del sitio.

El propietario de un negocio que funcione no puede permitirse el lujo de jugársela de esa manera.

Porque ese tío se la jugó.

Decir el precio y ver si compran no es vender.

Es darle a la ruleta y ver si sale Rojo, como querías.

No se lo tuve en cuenta, a mí en una vida pasada que tuve también me daba mal rollo vender cara a cara.

Pero quiero creer que el que haya montado aquello, jugándose gran parte de su dinero personal y su reputación, seguramente comiendo arroz (sin el pollo) durante meses y meses, sufriendo crisis de fe durante años hasta que el gimnasio cogiera inercia…

Quiero creer que esa persona, al verme y pedirle info, no me dejaría salir de allí, ni de coña, sin tratar de conocerme un poco más.

Algo tan sencillo como:

“¿Qué dieta vas a hacer?”


Hubiera terminado en que yo mismo me atropellara inventándome un plan de nutrición que obviamente no existe, y me hubiera dado cuenta, ahí en medio, en directo, que no tengo ni pajolera idea de qué comer para ponerme como quiero estar.

Y en menos de 30 segundos, lo más probable es que yo mismo le hubiera pedido que me hiciera una, que a él le hace ganar 50€ más al mes.

(Vi los precios antes de pasar por allí)


Pero claro, no es plan que el dueño se pegue las 24 horas del día ahí metido, haciendo upsells en directo, porque también tiene que descansar el hombre, y para eso metió a gente en nómina.

Tener a tu cliente justamente delante para poder hacerle preguntas se está convirtiendo en un lujo.

La gran mayoría de las veces, muchos nosotros que tenemos proyectos digitales, lo máximo que tenemos es una landing conectada a un Stripe.

Eso de "entra por la puerta y lo acompaño por la tienda enseñándole lo que tengo" está pasando a la historia.

Así que, lo que yo creo es que si alguien tiene la suerte de terminar delante de una de tus ofertas, más te vale que hayas pensado bien y mucho en cómo hacer que en ese mismo momento decida y actúe.

Actúe y compre.

Que te lleguen prospectos mega informados como yo fui a ese gimnasio, que voy a apuntarme por muy mal que lo haga quien esté en la puerta, no te va a pasar a menudo.

Llegan, pero no son suficientes.

Si tienes una oferta, como te digo, más te vale que en cuanto el potencial cliente la vea, quiera tenerla.

Que se vaya de tu email, o tu página, dándole vueltas a por qué no compró en ese mismo momento, si sabe que lo quiere.

Que se meta en la cama y vuelva a pensar en ella.

En todo lo que pierde por no comprarte, por no ser parte de tu mundo, de lo que has creado.

Donde la gente disfruta, se lo pasa bien, crece, y en el caso del gimnasio, se ponen grandes como animales.

¿Cómo sigues yendo por ahí, alma de Dios, diciendo precios como si fueras un loro de TikTok, en lugar de creando y mostrando propuestas de niño mayor?

Que tampoco tienes que coger a nadie por la solapa y endosarles nada.

Solo es preparar tu oferta de manera que, cuando alguien llegue a ella, se la quiera llevar puesta.

En la cesta, o en el cerebro.

Mejor la primera, pero la segunda no está mal tampoco.

Resumo que se me va la pinza escribiendo:

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