Llevo un par de días j*dido del estómago.
Hoy prácticamente no me he levantado de la cama (solo para escribir esto, y para hacer una reunión a última hora de la tarde que sí o sí tenía que hacerse), y ayer estuve saltando del sofá a mi habitación durante todo el tiempo en el que estuve “despierto”.
Lo bueno de esto, es que me he llevado un aprendizaje importante que tiene que ver con esta lista de blog.
Contexto:
El sábado por la tarde-noche, más noche que tarde, escribí un correo larguísimo; una especie de “rant” (llantina, voy a decir en español) en la que rajaba del potencial de venta que tienen mis correos para llenar las plazas de Masteryweeks, y comentaba las razones por las que pensaba (y pienso) que eso está ocurriendo: por los que estos emails no están siviendo para “cerrar plazas” de Masteryweeks, pero sí para vender otros servicios de menor importe, más baratos, que “mi gente” sí puede comprar.
Me quedé a gusto al terminar de escribirlo y darle a enviar.
Y alguna persona me respondió.
Esto es interesante porque el email era largo, como te digo arriba, y es raro que un sábado por la noche, o un domingo, porque habrá mucha peña que lo leyó el domingo, se traguen un email así de largo “por la cara”.
Pero más interesante es lo siguiente:
Ayer, como estaba en la más absoluta m*erda, físicamente hablando, por eso del estómago del revés y eso, y como no quería perder mi “racha” de enviar un correo al día, me llevé el portátil al sofá del salón, donde estaba acostado, hecho polvo, y escribí el que posiblemente sea el email más corto de la historia de esta newsletter.
Su asunto:
“Solo un enlace”
El cuerpo del email:
Una frase corta y ese enlace (uno que lleva a la landing page de Masteryweeks).
Como te digo, envié eso por enviar algo; por no saltarme la rutina.
Lo curioso:
Ese enlace fue abierto tres veces más que lo que suele abrirse, de media, el típico enlace que pongo al final de mis correos, como el que hoy mismo pondré, por ejemplo.
Me hizo mucha gracia, porque este suceso confirmó algo que ya sabía, y que trato de no olvidar:
Lo importante, al final, es la consistencia.
Hay días en los que estás bien, pletórico, sientes que te comes el mundo y te atreves con todo.
Otros, en cambio, te sientes en la más absoluta miseria, ves que todo te sale mal y que las decisiones que tomas te meten en problema.
La clave:
Hacer lo que toca, aunque sea un poco, cuando toca, para no perder el ritmo.
Porque en el largo plazo lo que se premia no es que cada día llegues al 10, al 100% de lo que puedes dar, sino que aparezcas, que hagas lo que has dicho que vas a hacer, dentro de tus posibilidades; sin más:
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