Yo diría que tenía unos 3 años.

Lo que sí es seguro es que estábamos en el zoo de Barcelona.

(Ni siquiera sé si eso sigue abierto, hace años que no paso por ahí)


Estaba dándo una vuelta por el lugar, agarradito de la mano de mi madre como buen enano indefenso.

Mi padre también estaba.


Hacía un frío que flipas, todavía lo recuerdo.

Creo que en Barcelona fue donde descubrí que, cuando hace frío y todavía la vida no te ha arrancado las ganas de jugar, puedes convertirte en locomotora.

Pasé varias mañanas completas gritando “chooo-chooo” por la Rambla, mientras soltaba vaho por la boca simulando la “chimenea” de un tren a vapor.


Como te imaginarás, siendo un niño canario, para mí aquello era algo mágico que no sabía cuándo podría volver a repetir.


Volviendo al tema:

En el zoo de Barcelona me ocurrió algo que nunca olvidaré.

Conocí a quien instantáneamente se convirtió en mi archienemigo hasta la fecha.


Como te decía,

Estaba con mi madre, de la manita, comiéndome un bollycao de esos increíbles que hacían antes y no la basura que venden a los chiquillos de ahora.

Y, de repente, lo ví:

Un pavo real precioso, que andaba suelto por ahí.




Imagino que para mí aquello fue un auténtico espectáculo

Nno me suena que hubiera visto animales así en las visitas del cole ("Kindergarten" para mí, que estudié en un colegio alemán) que se organizaban a granjas, parques y similares de por aquí.

Así que, como quería verlo mejor y seguramente tocarlo, me acerqué.


Me acerqué demasiado a aquel bicho del infierno.

Digo “del infierno” porque el hputa tardó 0,5 segundos en lanzarse sobre mí, agarrar mi querido bollycao con su pico, luchar por él a muerte (yo en ese momento ya estaba cagado vivo), y terminar venciéndome y dejándome triste, sin bollo y con un trauma infantil irreparable.


Recuerdo que lloré como un loco.

Creo que por una mezcla de susto y de impotencia.

Un pajarraco de colores se había llevado lo más preciado que tenía y había quedado impune.

Y hasta este día, todavía me acuerdo de él.


Revisando fotos antiguas, encontré la de arriba y me acordé de todo aquello.

Y me hizo pensar en algo que le pasó a casi todos los emprendedores.

Acercarse demasiado a distracciones aparentemente inofensivas que terminan llevándose los más valiosos que tienen:

Su atención.


No pasa un día sin que algún emprendedor conozca suelte el término “síndrome del objeto brillante” en medio de una conversación con alguien.

Son esas ganas de medirte en un nuevo proyecto cada semana.

Ese FOMO, ese miedo a perderte la “oportunidad definitiva” y que te hace estar saltando de proyecto en proyecto constantemente.


Si me preguntas, te diré:

Querer trabajar en todo, es trabajar en nada.

Esto es el auténtico mata-sueños de cualquier emprendedor.


Cuando fabriqué SOP, mi metodología de desarrollo personal que terminó convirtiéndose en su versión en grupo Masteryweeks, una de mis prioridades era crear un sistema que me ayudara a:

1) Identificar exactamente qué quiero conseguir en todas las áreas de mi vida (mi negocio incluido). )

2) Para que me resulte más fácil centrarme en eso y no desviarme constantemente.


Mi propio ejemplo es la muestra de que esto funciona.

Muchas personas de esta lista que me conocen de tiempo me han dicho que estoy “irreconocible”.

Más centrado, con más foco que nunca.


La conclusión de todo esto es la siguiente:

Si no tienes claro qué quieres conseguir, y sigues acercándote a distracciones y nuevas ideas que parecen tener sentido, pero que en realidad no lo tienen, perderás lo que sea que hayas logrado hasta ahora y no pasarás. de donde estás.


Imagino que hay varias formas de resolver esto.

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