Llevo toda la semana presumiendo de lo mucho que aprendí como director comercial durante aquellos 5 años.

Pero muchas veces pienso.

“Wow, si en aquel momento hubiera sabido todo lo que sé ahora...”


Ahora soy mejor.

No solo vendiendo, sino en prácticamente cualquier otra cosa a la que haya dedicado tiempo y foco.

A ti te pasa igual.

Por eso lo de haber subido los precios y todo eso.

¿Te acuerdas de cuando empezaste en lo que estás haciendo ahora?

¿Cómo te sentías?

Una mezcla de ilusión, nervios, esperanza, miedo…

Me encantó vivir eso a mí también.

Ver cómo dejaba atrás aquella empresa para montar la mía, escuchar a la gente de mi entorno animarme, sentir que podía conseguir lo que quisiera.

Y algo interesante:

Darme cuenta de que tenía que volver a aprender a vender.

¡Yo!


Que llevaba años vendiendo para otro, y haciendo que otros vendieran.

Curiosamente, poco después de emprender, me di cuenta de que me había olvidado de cómo se vende.

Me costaba vender de todo.

No vendía nada de nada.

Cualquier venta chorra me parecía un logro épico, porque era como si me hubieran borrado la parte del cerebro que regula el instinto comercial.

Rarísimo.

Bueno, la verdad es que cambié mucho la manera de vender, y puede que eso tenga que ver.

De vender software, en traje (o bien vestido), por teléfono, o viajando a reunirme despachos de grandes empresas españolas con personas que se pueden poner CEO en la bio de LinkedIn sin que nadie se ría de ellos por hacerlo…

A levantarme de la cama, sentarme frente al PC, y vender online algo de 30€ que se me hubiera ocurrido la semana anterior.

Todo diferente.

¿Sabes cómo aprendí a vender cuando salí del cuartel y tuve que empezar a hacerlo para ganarme la vida?

Leyendo como un enfermo.

Y aplicando lo que aprendía lo más rápido posible.

(Era eso, o que me despidieran)


¿Sabes cómo re-aprendí a vender cuando pasé del mundo corporativo al emprendimiento digital?

Haciendo exactamente lo mismo.

Algunas personas que llevan tiempo aquí me dicen:

“Joder, David, cada día haces algo diferente tío, céntrate”


Ellos ven dispersión.

Pero lo que llevo haciendo cerca de 3 años se llama:

“Experimentación”


Cada libro, programa, newsletter, curso, lead magnet, suscripción, mentoría... con que me haya tropezado en este tiempo, me lo he merendado y he tratado de aplicarlo inmediatamente en mis ofertas.

Descartando lo que no funciona.

Entrando y saliendo de números rojos constantemente.

Joder, si hasta me gasté 3.000€ el año pasado, que era todo lo que tenía en la cuenta, para ir a un evento presencial de Tony Robbins (sí, ESE, Tony Robbins) para aprender cómo vendía en directo, qué funnels utilizaba, en qué momentos del espectáculo te decía que compraras y cómo lo hacía…

Vender es algo mágico.

No va sobre llenarte de dinero, y quienes ven la venta como un medio para enriquecerse normalmente activan bloqueos subconscientes que no saben que tienen, y terminan por no vender.

Lo opuesto a lo que quieren.

Vender es el arte y la ciencia de mejorar la situación de otra persona, ayudándola a entender que para que el cambio que busca se realice, tiene que entregar algo como contrapartida.

Y que pagar por eso no solo no es malo.

Sino que es justamente lo que hace que el cambio deseado de produzca.

Pero claro.

Si no sabes romper la inacción, nada de esto sucede.

Tu suscriptor se da de baja.

Tu cliente deja de pagarte y se va con otro.

Y tú sigues teniendo unos ingresos mediocres, un negocio que ni fu ni fa, y yéndote de vacaciones cerca, para no gastar, mientras te imaginas la vida alucinante que podrías darle a tus hijos, pero que no les vas a dar.

Porque ya no vendes.

Ya no convences.

Ya la gente no se fía de ti, ya no confían, porque tú mismo has perdido el brillo que antes sí tenías.

Y todo cae.

Pero creo que ya está bien de caídas.

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