Cuando era pequeño, la mayor parte de mis profesores decía que era un vago.

Y tenían razón, porque no daba palo al agua.


No lo daba no por nada, no por rebeldía.

No lo daba porque no me hacía falta; porque era el típico niño que tuvo suerte en la tómbola de la inteligencia, y pasaba de curso en curso prácticamente sin esfuerzo.


Ahora que ya soy un niño grande,

Por fin entiendo a mis profesores.

No me decían esas cosas feas para putearme o por algún tipo de complejo no resuelto con ellos mismos.

(Aunque alguno igual sí)

Creo que lo hacían por la impotencia que les producía el verme malgastar mi potencial.


Sé esto porque es lo mismo me pasa a mí cuando conozco de cerca a algunos emprendedores.

Pienso:

“Joder, si espabilaran y se pusieran las pilas,

Se comerían el mundo”.


Pero no lo hacen y lo único que se comen es el sofá de su casa.
 

Para mí,

La mejor manera para vencer la pereza, la flojera, el gandulismo y todas sus variantes,

Es elegir una batalla lo suficientemente complicada como para que te inspire a combatir con toda la intensidad de la que seas capaz, y que te permita desplegar tu talento hasta el límite.


El primer paso, como siempre, es elegir:

“Esto sí, esto no.”

“En esto peleo, en esto no me meto.”


Y lo que le pasa a la mayoría de los emprendedores es que no saben elegir sus batallas.

Eligen unas demasiado complicadas que los amenazan y congelan…

…U otras demasiado fáciles, que ni se molestan en iniciar.


Sé que hay guerreros en potencia ahí afuera esperando una señal para entrar en acción y demostrar de lo que son capaces.

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