Lo importante no es si madrugas o no.

Sino saber que puedes hacerlo cuando tú decidas.

Una historia:

Aunque ya no estoy tan metido en ese tema, también me dio en su momento por ducharme con agua extremadamente fría. Al tope de la rosca. Agua fría en verano, agua fría en invierno. No solo en Canarias, que es donde vivo (y prácticamente no tenía mérito porque nuestro “frío” no baja de 10º), sino en cualquier lugar en el que estuviera, viajando por trabajo o por placer. Me he duchado en ayunas, como quien dice, a primera hora de la mañana, primera cosa del día, en pleno invierno en Bogotá (pensaba que no, pero el invierno es duro allá), en Asturias, en Cantabria, en Madrid mil veces, en ciudades de Europa que ahora ni recuerdo y, en definitiva, estuviera donde estuviera.

Sin excusas.

Si lo hago, es por una cuestión de disciplina.

Aprendí algo importante:

“Si no eres capaz de callar tu mente y obligarla a responderte cuando la necesitas, estás j*dido”

Hablo sobre esto en mi libro de las 5 de la mañana.

Muchos hablan de liderazgo, de gestionar equipos.

De inspirar.

Directores, ejecutivos, líderes profesionales, empresarios, emprendedores, dueños de negocios…

Todos, en algún momento, llegamos a un punto en el que pensamos:

“Quiero ser mejor líder”

Puede ser porque empiezas a dirigir un equipo porque te han ascendido. Puede ser porque saliste de un empresa, las cosas van bien y empiezas a tener que delegar. Puede ser porque has empezado un voluntariado y, de repente, ves que empiezan a darte responsabilidad.

Algunos siempre terminan, quieran o no, bajo el foco.

Pero no hay nada más difícil que trabajar con personas.

La pregunta que te hago:

¿Cómo pretendes persuadir a alguien para que actúe según tu Visión (esto, y no otra cosa, es el liderazgo), si no eres capaz de convencerte a ti mismo de meterte durante unos segundos bajo un chorro inofensivo de agua que sale de una ducha, en un entorno absolutamente controlado por ti?

Inténtalo alguna vez.

Como prueba.

Métete en la ducha cuando menos te apetezca, cuando más calentito estés fuera de ella.

Verás que es difícil de coj0nes convencer a tu cabeza, y a tu cuerpo, de que sigan tu voluntad de ponerte de remojo a una temperatura que hace que el agua helada prácticamente corte tu piel mientras cae sobre ti.

Sabes que no te vas a morir.

Que la “prueba” solo durará unos segundos y que tú tienes el mando.

Que pronto saldrás de la ducha, y seguirás con tu vida.

Sin embargo:

Lo más probable es que pases unos segundos, minutos en algunos casos, realmente humillantes descubriendo el poco poder decisión, la baja fuerza de voluntad, y el ansia desesperada de comodidad que tienes. Es muy posible que te des cuenta, y que lo veas en primera persona, casi en cámara lenta, que hay veces que dices “vamos” y el resto de ti no te responde, no te sigue.

Te quedas colgado.

Con esto de madrugar ocurre exactamente lo mismo:

Ni siquiera importa si lo haces o no, sino demostrar que eres capaz de hacerlo cuando lo necesitas.

No puedes, repito, no puedes conseguir lo que quieres, exprimir tu potencial, convertirte en un líder de nada…

…si no consigues dominarte a ti mismo primero.

Eso se nota.

La gente lo ve.

Se ve en tu aspecto, en cómo te comportas en una sala llena de gente, en cómo hablas de ti mismo en voz alta.

Cada vez que tu mente decide por ti, en contra de lo que has dicho que vas a hacer, dejas de respetarte un poco más.

Eres más zombie.

Sigue gastándote el dinero en cursos, para que a mitad “decidas” que no vas a terminarlos, como tantos otros antes.

Contrata a alguien para que te ayude, pero sigue huyendo de las conversaciones difíciles que hacen que el proyecto se enderece y esa persona cumpla.

Quéjate de todo lo inconstante, despistado, veleta, distraído y de lo poco que te dura el interés por las cosas, y no trates de ponerle remedio.

Una verdad dolorosa:

No tienes lo que quieres porque te comportas como un niño caprichoso.

El inicio de la solución es elegir un reto desafiante, tragarte tus excusas y cambiar el orden jerárquico que existe entre tú y tu cabeza.

Mi favorito:

Ganarle entre 14-21 horas a la semana por haberme despertado antes que nadie.

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