Es probable que aún no lo sepas.


Pero, amigo mío, en este mismo momento, ahora…

…mientras lees esto…

…estás luchando en una batalla.


La batalla más importante que librarás jamás.

Una de la que no puedes escapar; y de la que tampoco querrías marcharte.


Hoy, ya, estás empuñando tu espada, cargando tu escudo.


Mirando al horizonte, a la cima de esa colina.

Por la que prevés, 

(Lo han dicho los observadores, lo dice tu capitán)

Por la que prevés que aparecerá el enemigo.


Ahora, solo la línea dibujada por la tierra en contraste con el cielo.

Está empezando a oscurecer.

Ahí es, ahí.

…Por ahí vienen.


Y ya vienen…

Son ellos.

Se les oye cargar material metálico, pesado.


Trotes de caballo.

A lo lejos.

Has oído otros tantos como esos.


Suenan los cuernos a tu espalda.

La gente, tu gente, ¡la tuya!, grita.

Tú les acompañas rugiendo con todas tus fuerzas, como si quisieras sacarte los pulmones por la boca.


Enloqueces.

Te golpeas la coraza, la cara y la de un compañero.

Levantas los brazos, y miras al cielo.


No hay nada más en este momento.

Nada más existe.


Solo el trueno de los cuernos de batalla que anuncian el combate.

Solo eso.


Solo tus hermanos ladrando, a cada lado.

Solo Dios de tu lado, en tu oído, recordándote:


“Te hice nacer para esto…

…Ahora, lucha”


Aparecen las primeras formas, las primeras siluetas.

Ya se les ve.

Ya vienen.


Suena la señal.

Y corres, corres, corres con todo lo que te da el cuerpo, con toda la fuerza con la que puede empujarte tu alma, hacia ellos.

Loco, arrebatado, suicida.


Llueven las flechas y no te importa.

Cae el de al lado, y no te importa.

Corres cuesta arriba, y no te importa.


Sigues.

Ruges.

Avanzas.


"¡¡¡Me reuniré con ustedes donde me corresponda hacerlo, hermanos!!!"


Y cargas contra la formación.
 

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La única manera de vencer a tu enemigo,

Sea este el síndrome del impostor, el del objeto brillante, o las hordas armadas de un oponente,

Es olvidarte del resto, marcar el objetivo, mirarlo de frente y centrarte en aplastarlo.


No manejarlo, ni equilibrarlo, ni reducirlo:

Aniquilarlo.

Matarlo.

Arrancarle el corazón, arrebatarle la vida que tenga y tragártela…


…Para seguir peleando.


Desde hoy hasta este domingo abro huecos en mi agenda para emprendedores y líderes profesionales que ya sepan en qué lugar está el rival, y que quieran dar pasos firmes hacia él.

Sin temblar, sin echarse atrás.


Ni muy rápido, ni muy despacio.

Simplemente, avanzando.

Por honor.

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