Esto es flipante.


¿Te puedes creer que el otro día, por toda la p.ta cara, estando con mi señora tranquilitos, a 10 minutos de volver a casa, tuve una movida muy random e indeseada en medio del supermercado?


No nos liamos a hostias porque Dios es grande y se las guarda para la misa.

(Badumm tssss…)

…Pero te aseguro que, en otro momento de mi vida, allí nos hubiéramos liado a palos.


Fue de día encima.

¡Que no es que estuviera yo todo colocado, subido a una tarima medio en bolas, importunando al resto de las personas de una discoteca que nunca reconoceré en público que existe!


Fue en el supermercado.

Estaba con Sara, como ya te he dicho, haciendo una compra express de última hora de esas en las que solo compras helados, papas fritas y demás porquerías.

E íbamos a pagar.


No había nadie en la cola, ni Cristo.

¡Y defenderé esto delante de cualquier juez, cualquier jurado (¿hay de eso en España?) y de cualquier agente de policía!


No

Había

Nadie

En la cola.


Así que pusimos nuestra denigrante y calórica compra en la cinta esa negra que gira, la de pagar.


Cuando pusimos la tercera o cuarta cosa, nos dice la cajera:

“¿Vienen de la fila?”


Imagínate si tenía claro que no había nadie esperando por ir a esa caja, y a ninguna otra, porque estaban las tres que había allí absolutamente vacías y sin cola, que pensé:

“¿De qué fila me está hablando esta loca?”


Y nos dice…

“Es que es fila única”

…y hace un gesto con la cabeza hacia alguien que intuí que estaba detrás de nosotros.


Me giré.

Un tío alto.

Con cara de mosqueo.

Evidentemente enfadado.

¡Que estaba a 3 metros, 3 METROS de la caja, al final de un pasillo!


No sé si has estado en algún supermercado últimamente.

Pero, en ese contexto, en cualquier país occidental civilizado, estar a tres metros (¡o más!) del mostrador de la cajera no se considera que estés haciendo cola.

¡Espabila!


Ese tío que estaba ahí plantado mirándonos mal por la cara.

El ambiente era tenso.


Como todo fue tan rápido, ni recuerdo qué nos dijimos.

Típicas palabras atropelladas entre nosotros, me imagino.


Pero la cosa es que, fuera como fuera, Sara y yo seguimos poniendo nuestras cosas en la cinta.

Y ese señor perdió su sitio.

Perdió su sitio en una cola en la que estaba él solo…


La conclusión que saco de esto es que, sea justa o injusta esta realidad de como funcionan las cosas, más te vale ir por la vida con los ojos bien abiertos, amigo mío.

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